jueves, 2 de agosto de 2012

Soñar un País Extraordinario






  En Venezuela se desarrolla la campaña electoral para las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012. Cada venezolano tiene expectativas con respecto a las acciones del próximo presidente y las mías se resumen en una oración “El presidente levantará a un país extraordinario”.
  Al leer la versión libre y venezolana de Romeo y Julieta (1975) del escritor Miguel Otero Silva  organicé mis deseos, recordé “los no quiero que se repita”, estructuré mis expectativas.    Después de treinta años de su estreno en el Teatro Nacional de Caracas la obra mantiene su vigencia y nos permite, con su humor, una mirada a nuestra realidad.
   Deseo un País Extraordinario! Tenemos un País Extraordinario! Nuestras riquezas nos acompañan y con nuestro trabajo lograremos levantar ese País Extraordinario descrito por Otero Silva.
  Les transcribo un fragmento de Romeo y Julieta con la invitación a revisar los criterios de País que nuestras creencias sostienen :

Romeo:
¿Qué soñaste?
Mercucio:
El disparate más descabellado.
Soñé que había en Verona un Presidente
que no perdía su tiempo conversando,
ni vacilaba frente a las presiones,
ni reculaba frente a los pesados.
Un Presidente que metía a la cárcel
a  quien metiera la mano en el erario
y que no toleraba el manguareo
ni  el enchinchorramiento burocrático .
Uno que las riquezas del subsuelo
había resueltamente rescatado
y en los escombros del subdesarrollo
levantaba un país extraordinario.
(…)
Mercucio:
Espera que me falta todavía
contarte lo mejor de mi letargo.
Resulta que en mi sueño el Presidente
no miraba las artes con desgano,
es decir, no trataba la cultura
como tema superfluo o secundario,
ni como tarantín propagandístico,
ni como ociosidad de encamburados,
sino que construía bibliotecas,
instauraba una escuela de teatro,
le daba subsistencia a los museos,
devolvía a la música su rango,
no aceptaba culebras tenebrosas
ni por televisión ni por radio,
e incorporaba el pueblo veronés
el fuego creador contemporáneo.

 El texto pertenece al libro Un Morrocoy en el Infierno (2004) Biblioteca Miguel Otero Silva. Caracas : Editorial Los Libros de El Nacional.

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